EL JOE Y SU REBELIÓN
En 1971, apenas saliendo de su adolescencia ya estaba en tarima con Fruko y sus Tesos con quien cantó sus primeros éxitos. En 1981 fundó su propio proyecto, Joe Arroyo y La Verdad, y se convirtió en el rey indiscutido del Carnaval de Barranquilla, su ciudad adoptiva. Joe bebió ávidamente de diferentes fuentes: la salsa, los sonidos africanos, la música antillana y el folclor de nuestra costa Caribe y con esos ingredientes creó una mezcla rítmica original, potente y contagiosa.
En “La rebelión” nos encontramos con una síntesis de lo mejor del Joe vital, espiritual y social: a su inigualable voz y su habilidad para sonear y pregonar, se suma su capacidad como compositor (a pesar de no tocar ningún instrumento), su carisma y entrega en escena y su capacidad de comunión con el gran público. El resultado: un sonido callejero y moderno fuertemente enraizado en lo mejor de los sonidos de la diáspora africana. Al ensamble de su orquesta La Verdad, contribuyen de manera importante grandes músicos como el Michi Sarmiento, arreglista del tema, y el pianista Chelito de Castro quien lo acompañó en sus mejores años.
“Quiero contarle, mi hermano,
un pedacito de la historia negra,
de la historia nuestra, caballero.
Y dice así…”
El Joe Arroyo dijo mil veces que Rebelión fue el himno de su canto, que fue su obra definitiva y que fue una inspiración que estuvo en su cabeza, por años, antes de aterrizarla en un estudio de grabación. Todo eso es cierto.
Lo que nunca dijo –o por lo menos lo que nunca quiso que se supiera– fue que Rebelión, la poderosa e histórica salsa que por estos días cumple 32 años de haber sido lanzada, fue un curioso autoplagio. (Además: Adiós al centurión de la noche)
Poco después de su muerte, sucedida el 26 de julio de 2011 –de la que hoy se cumplen seis años exactos–, coleccionistas y melómanos empezaron a publicar información que revelaba cómo la famosa canción que el Joe presentó en sociedad en 1986, y que lo catapultó en su carrera de solista, es en realidad la versión pulida y potenciada de otra inspiración suya que, años atrás, había cedido a otro cantante colombiano de nombre Joe, uno mucho menos conocido que él: Joe Urquijo.
Aquella primera versión se llamó El mulato y fue grabada y publicada en 1978 por Urquijo en el álbum Robert y su Banda, el LP que llevaba el mismo nombre de su orquesta.
La canción, en golpe de salsa, tiene la misma letra de Rebelión: “En los años 1600, cuando el tirano mandó, las calles de Cartagena, aquella historia vivió…”, con algunos virajes en el lenguaje y otros fraseos, pero, incluso, con el famoso e idéntico coro por el cual se reconoce la melodía en el mundo entero: “No le pegue a la negra…”. (Además: Joe Rroyo: homenaje a uno de los más grandes del folclor nacional)
Recientemente, el propio Urquijo le contó toda la historia a Jaime Monsalve, director de programación de la Radio Nacional de Colombia (escuche aquí la canción) y subrayó: “El tema es del Joe Arroyo, sino que él me lo entregó porque no iba a hacer nada con eso, en ese tiempo. Entonces, yo lo grabé”.
Lo curioso del caso es que en los créditos aparece como autora de la canción Adela Martelo, quien fue la primera esposa de Arroyo. “Él tenía un contrato con Discos Fuentes y él no podía dar los temas a nadie que no fuera Fuentes. Y yo trabajaba para Codiscos”, aclara Urquijo. En otras palabras, Arroyo, quien por entonces tenía 22 años y era la voz sensación de Fruko y sus Tesos, le endosó el tema a su mujer, simplemente para no tener líos con su sello disquero.
Ocho años después, el 14 de agosto de 1986, Discos Fuentes lanzó Musa original, séptimo álbum en la carrera como solista del Joe Arroyo y La Verdad, cuyo primer corte de la cara B era Rebelión, la canción que no solo se convirtió en el inmediato éxito del disco, sino en el primer batacazo mundial del ídolo cartagenero.
Más allá del ya aclarado autoplagio, que simplemente reafirma la autoría de Arroyo, Rebelión se transformó, año tras año, en la salsa más bailada, celebrada y famosa de Colombia –tan solo equiparable a El preso y a Cali pachanguero–, con una arista que la hizo aún más trascendental: el alcance de su letra. La esclavitud, el maltrato, la diáspora africana, la emancipación y la libertad, entre otras tantas interpretaciones, inmortalizaron la canción.
A lo largo de diferentes momentos de su vida, el Joe dio tres versiones de cómo llegó a su cabeza semejante inspiración.
La primera, que la canción aterrizó “mientras estaba en un museo de la esclavitud en Cartagena”, que debe ser el Museo Afro-Caribeño del Convento de San Pedro Claver o, tal vez, el Palacio de la Inquisición. En otra dijo haberla sacado de sus años de estudiante, en el colegio Santo Domingo, cuando le hicieron leer la historia del rey de una tribu congolesa que, junto con su joven esposa, fue traído como esclavo a Cartagena y a quien pusieron a picar piedras en las murallas, mientras a ella la pusieron a cocinar. Un buen día, a la negra se le regó la olla y un español la encendió a látigo. Entonces, el Joe dijo que quedó muy impresionado con la escena y que de allí sacó la imagen del coro: “No le pegue a la negra”. (Además: Joe Arroyo, una de las leyendas de la música colombiana dejó un amplio legado)
Y por último: “Un día revisé libros de historia de Cartagena y entendí dentro de mi corazón todo ese tema de la esclavitud, la violencia y dolor. Entonces, me lancé a hacer una canción y me inventé esa historia del español esclavista, del negro y la negra sometidos”.
También podría decirse que la idea la maceró en su cabeza desde su infancia, si se tiene en cuenta que el tema de fondo, que es el maltrato a la mujer negra, formó parte de su cotidianidad en el barrio Nariño –el de las palenqueras en La Heroica– e incluso en su propia casa. Tanto es así que el Joe sugiere agresiones de su padre a su madre, cuando al final de la canción lo revela en su famoso estribillo: “No le pegue a la negra/ el ‘Negro Chombo’ lo sabe (como le decían a su padre, Guillermo)/ y tú también (su madre, Ángela)”. Difícilmente Arroyo pudo presenciar un maltrato de su padre a su madre, ya que el viejo lo abandonó a la edad de 2 años, pero claramente quiso asumir esa tragedia como propia.
Es tal el legado de Rebelión en términos étnicos, sociales y culturales, que la canción ha sido revisada por la alta academia. Mark Q. Sawyer, profesor de ciencias políticas de la Universidad de California (Ucla), realizó un ensayo que tituló Dubois, doble conciencia ‘versus’ el excepcionalismo latinoamericano: Joe Arroyo, salsa y negritud (2004).
En resumen, el texto, que parte de las teorías del historiador y activista estadounidense William E. B. Du bois, intenta demostrar que el Joe, consciente o inconscientemente, retó a la historia colombiana: “Arroyo toma la representación más común de la mujer negra en la salsa y transforma su cuerpo en un escenario de contestación política y lucha histórica… Arroyo busca reescribir la historia. Y lo hace en el género musical clásico para representar el mito de democracia racial y mestizaje. Expresa su elocuente punto de vista como un artista reconocido de Colombia con audiencia internacional. Esa expresión de resistencia negra es una respuesta a la opresión y a la cultura. Insinúa ideales beligerantes y la lucha por la liberación”.
Eso, en cuanto a la academia. Respecto a lo narrativo, está claro que Rebelión es una crónica impecable: una historia periodística, si se quiere perfectamente narrada (cantada). Sin embargo, el gran legado de la canción, y por lo que es famosa en el mundo entero, es la huella musical.
Sin más, Rebelión es una canción estupendamente estructurada y mejor resuelta: la introducción hablada del Joe que dice: “Quiero contarle, mi hermano/ Un pedacito de la historia negra/ De la historia nuestra, caballero/ Y dice así…”, una segunda introducción de piano y clave, seguida de una descarga salsera que mezcla la melodía principal con los coros y dos solos –de trompeta y piano–, la convirtieron en un tema universal. Un tema redondo, definitivo, inolvidable.
El músico cartagenero Michi Sarmiento, autor de los arreglos de la canción producida en 1986, cuenta que una noche en el estudio de grabación, el Joe simplemente le dictó la canción entera y que él solo tuvo que acomodar y repetir los famosos coros que dicen: “No le pegue a la negra”, en medio de la descarga salsera. “¡Y ya está! –dice Michi–. El tema inmortal del Joe es Rebelión, lo demás son maricadas”.
El pianista Chelito de Castro, que acaba de lanzar la orquesta Joe All Stars, recuerda cómo fue su participación en Rebelión: “Yo no tenía ningún nombre en la música y ésta era mi primera y real aproximación al éxito. El Joe ya había dicho que si lo mío no funcionaba, lo mejor sería llamar a Alfredito de la Fe para que el solo fuera de violín. Cuando estábamos grabando, el Joe me dijo “suéltalo pues”, y se salió del estudio, sin yo tener idea de si iba a regresar o no. De los nervios, la angustia y el deseo de hacer la cosa perfecta, yo me quité la camisa como quien se va a dar trompadas, me concentré y me dejé ir en el piano. Entonces, me lancé con todo y como a los 30 segundos de estar sollado, volando, noté que el Joe no entraba ni hacía la seña de parar, ni un carajo; así que extendí el solo, lo llevé por otra ruta, y ese piano viajó por minuto y 15 segundos. Cuando el Joe volvió al estudio, me dijo: ‘¡No joda, Chelito, te fajaste!’. Esa fue la primera y única toma que se hizo del famoso solo que me hizo conocer en todos lados del mundo”.
A partir de Rebelión, la carrera del Joe Arroyo fue otra. Fue la canción que lo puso en los ojos de la crítica mundial, la que le dio para comprar su primera casa y la que nunca pudo sacar de su repertorio en vivo.
Fue tan contundente, que Discos Fuentes decidió hacer un video musical cuyo resultado, un par de años después, fue un extravagante sketch con las murallas de Cartagena como telón de fondo, en el que unos bailarines cartageneros hacían una tonta coreografía en la que un español con peluca –otro mulato– le pega a la negra. Un tierno sainete tropical.
Y fue tan inspiradora, que en el año de su lanzamiento, en 1986, en Medellín, se fundó una orquesta de salsa que, bajo la dirección de Fernando Martínez, se bautizó La Rebelión. Incluso alcanzó para que una famosa reina de belleza, la negra chocoana Vanessa Mendoza, lograra la corona nacional en el 2001, cuando en el concurso de trajes de fantasía apareció con un estruendoso vestido de pieles y cadenas que su diseñador, Jaime Arango, tituló ‘La rebelión’.
Por los hogares de los colombianos, por los salones más afamados del baile tropical del planeta Tierra, por los antros más bravos de Latinoamérica, por las aulas de la academia colombiana y estadounidense, por las calles y por miles y miles de emisoras, por todos esos lugares ha retumbado Rebelión, la mítica canción que hoy cumple 30 años y que puede ser, sin ningún problema, la salsa más importante hecha en Colombia. La salsa más grande en una tierra de salseros.
MAURICIO SILVA GUZMÁN.