BARRANQUILLA EN LA
HISTORIA DE LA CULTURA CUBANA:
¡Cuando la bella y alegre música cubana era la que predominaba en los bailes!
Lo primero que uno ve asomar por entre el resto de bailadores es una pierna estirada hacia el frente, que vibra como un martillo neumático de esos que se usan para
reventar concreto. Después, hace su aparición el resto del cuerpo, dando brincos cortos pero rapidísimos, espasmódicos, al ritmo de la descarga que esté sonando.
Como deci nuestro Chelo de Castro:
No se crea que somos pocos los septuagenarios que recordamos con un cierto dejo de nostalgia lo que eran los bailes en los años 30 y 40 de este siglo al que le falta
muy poco para estirar la pata. Y a fuerza de ser sindicados de pertenecer a la escuela que sostiene que “todo tiempo pasado fue mejor”, tenemos que decir que en materia
de música bailable —música cadenciosa, queremos decir, no música “solladita” como trompo sin estrías— los mozalbetes de ayer y vejetes de hoy teníamos una sideral
ventaja sobre los “colegas” del momento.
Nada más que para empezar digamos que entonces se bailaba con dos orquestas cubanas de prime-rísima fila: Habana Riverside y Casino de la Playa. Como quien dice, “el
non plus ultra” de la música cubana que, fuera de toda discusión, era lo mejor de lo mejor de toda la cuenca del Caribe.
Había una orquesta dominicana, del hombre Bi-llos (antes de radicarse en Caracas), pero no calzaba los puntos de esas dos grandiosas orquestas cubanas, sin contar con
que también estaba en aquella época dorada y también «imada la “Lecuona Cubans Boys”. Y si usted no era partidario de menear el esqueleto al ritmo desenfrenado, sino al
compás de un ritmo alegre pero moderado, ¡ah, para eso estaban nuestros queridos e incomparables porros!
La ciudad de Barranquilla con su puerto como espacio poli-funcional “era abierta a la posibilidad de asimilaciones y adaptaciones. Por eso, y muchas razones más, la
cultura portuaria era por antonomasia iconoclasta, mundana e innovadora, si se le compara con el ideal católico de sociedad”. Llevando ello, a catalogar y permitirle a
la urbe ser considerada “la puerta de oro de Colombia”
Hablemos del jardin Aquila - fue diseñado por el arquitecto Manuel Carrerá en el 1936 al estilo de los espacios de entretenimiento de La Habana (Cuba), especialmente
Los Jardines de La Tropical. Los estudios fueron elaborados por la firma Cornelissen y Salcedo; y los diseños incluían un edificio elegante de estilo modernista, donde
se contemplaba una hermosa cascada acompañada de fuentes luminosas y una extensa terraza tropical en el interior de su jardín.
El propósito de esta edificación era que “Barranquilla tuviera un lugar para el fortalecimiento de la cultura, hacer bailes de carnaval, actividades nocturnas. Era un
centro de entretenimiento y de baile”.
El día de la inauguración del Jardín Águila se hizo presente la orquesta cubana Casino La Playa, dirigida por el cantante Miguelito Valdez. En el lugar de distracción
y cultura estuvieron presentes artistas como Carlos Pous, Zoraida Marrero, Mirta Silva y Daniel Santos Betancur. Con esta construcción se dio el despertar de la vida
nocturna de Barranquilla.
El Jardín Águila siguió existiendo, ya habiendo pasado su época dorada y su importancia, tomándolo en arrendamiento Emisoras Unidas. Fue hasta el año 1972 cuando se
demolió y para retomar el concepto de un espacio social y de encuentro, se construyo ‘La Checa’. Hasta la década de los 80’
Hablemos un poco de como entra la musica antillana a nuestro caribe para luego derramarse por todo el territorio colombiano.
La historia oficial de la musica Antillana en Colombia dice que entró por el Pacífico y que más
tarde Cali se convirtió en la capital mundial de la salsa. Otras tesis sostienen que la
salsa ‘criolla’ surgió en Medellín con la orquesta de Fruko y sus Tesos y, en tiempos
recientes, hasta Bogotá ha reclamado ser la nueva capital, reivindicando el hecho
de que la principal orquesta caleña, el Grupo Niche, se haya creado en esta
altiplanicie. El Caribe Colombiano aparece en estas historias como marginal o
inexistente. Estas proclamas no serían importantes si no borraran procesos y personajes fundamentales en lo
que puede ser la historia de la contribución de Colombia a la música afroantillana y viceversa.
Es cierto que Cali se convirtió en el principal escenario de la salsa – no sólo en Colombia sino a nivel mundial
tras la presentación de Richie Ray y Bobby Cruz en la Caseta Panamericana en diciembre de 1968 (ese mismo
año estuvieron en los Carnavales de Barranquilla en el mes de febrero), pero es innegable que en ciudades
como Cartagena y Barranquilla y el Litoral Caribe – desde la Península de la Guajira hasta las sabanas del
Gran Bolívar, constituida por los departamentos de Córdoba y Sucre – por su pertenencia a la cultura del Gran
Caribe, están las principales claves de estos aportes.
La música afroantillana – la insular y la continental – es resultado de un proceso en el que el colonialismo, la
esclavitud, las migraciones, las luchas y el imperialismo han tenido incidencias. Por ello no podemos hacer
juego a la pregunta falaz de por dónde entró la salsa a Colombia. Tal vez sea una pregunta válida en Bogotá,
Cali o Medellín, pero no en el Caribe Colombiano, porque nosotros hacemos parte de ese proceso cultural de
configuración de los ritmos afroantillanos.
Es cierto que no fuimos el centro radiofónico y discográfico que fue la Cuba de antes de la Revolución, que no
fuimos una migración fundamental como la boricua de mediados de Siglo XX a New York y que incluso en los
70 y 80 no tuvimos una figura a la altura comercial de Rubén Blades de Panamá y Óscar D´León en Venezuela,
pero es hora de dejar atrás los eslogan y descubrir nuestra tradición.
Por ello debemos afirmar que, por ejemplo, ninguna ciudad en Colombia tiene las credenciales de Cartagena –
a pesar de que ha sido borrada por coleccionistas y cultores de la historia musical antillana en el Caribe
Colombiano– como centro cultural de esta tradición, recordemos que en este terruño nacieron Gladys Julio,
Roberto de la Barrera, Michi Sarmiento, Joe Madrid, Johny Moré, Víctor del Real, Juan Carlos Coronel,
Joseito Martínez, Hugo Alandete, Sofronín Martínez y Joe Arroyo, entre otros. Incluso, Discos Fuentes, fue
fundada en Cartagena en el año 1934 y posteriormente se trasladaría a Medellín.
Entonces debemos reconocer que las primeras huellas de la música afroantillana en Colombia se encuentran en
los años 20 con el surgimiento de la Jazz Band Lorduy de Cartagena y la
Jazz Band Sosa de Barranquilla (Ver el libro ‘Jazz en Colombia: Desde los
alegres años 20 hasta nuestros días’ del investigador Enrique Muñoz). Y que
fue el porro, un ritmo surgido en las sabanas del Gran Bolívar, el sustrato fundamental del desarrollo de la
música afroantillana en el Caribe Colombiano. En estas bandas encontramos las primeras jam sessions del Sur
del Caribe. La gran explosión musical del porro, la encontramos a mediados de siglo en los nombres de Lucho
Bermúdez, Pacho Galán, Clímaco Sarmiento y Rufo Garrido, entre otros.
Y un punto cumbre fue el surgimiento en 1962 de los Corraleros de Majagual, una especie de ‘all stars’ del Caribe Colombiano, cuyo ritmo principal fue el porro pero que
incursionó en el movimiento de la salsa con una de las más violentas descargas que se han producido en el continente: ‘Mondongo’ en el álbum Esto sí es salsa. De esta
agrupación hicieron parte varios artistas que después harían sus propias orquestas en las que combinaban los ritmos tradicionales de la región con los ritmos
provenientes de las Antillas: Lucho Pérez Argaín con la Sonora Dinamita, Julio Ernesto Estrada con Fruko y sus Tesos , Michi Sarmiento con su Combo Bravo y Chico
Cervantes con su Orquesta.
Los Corraleros de Majagual, la universidad musical del Caribe Colombiano, fue creado por iniciativa de Calixto Ochoa y Alfredo Gutiérrez en 1961. Sus principales
músicos fueron Manuel Cervantes (trompeta), Rosendo Martínez (bombardino), Carmelo Barraza y Fidel Ortiz (caja), John Mario Londoño (bajo), Enrique Bonfante
(tumbadora), Chico Cervantes (platillos), José ‘Chelo’ Cáceres (trombón), Rafico Restrepo (güiro), Julián Díaz (saxo) y Humberto Pabón y Julio Ernesto Estrada
(timbales). Los acordeoneros Alfredo Gutiérrez, Calixto Ochoa, César Castro y Lisandro Meza también fueron cantantes de la agrupación. Las voces de los Corraleros fueon
Eliseo Herrera, César Castro, Lucho Pérez Argaín, Julio Erazo, Nacho Paredes y Tony Zúñiga.
En 1965, el pianista cartagenero Roberto de la Barrera comienza a grabar los primeros golpes salseros con la Orquesta Eco y la voz de Tony Zúñiga, que dejaron un puñado
de canciones como ‘El baile de los cocacolos’, ‘Regresaste’, ‘Vamos a guarachar’ y ‘Se formó’. Después, muchos artistas incursionarían en el ambiente antillano y la
lista es larga: Diablos de Valledupar, Combo los Galleros de Sofronín Martínez, la Orquesta la Protesta (dirigida por Cástulo y Leandro Boiga con las voces de Michie
Boogaloo, Johnny Arzuza y el legendario Joe Arroyo), el Afrocombo de Pete Vicentini (con la voz de Jacky Carazo), Clodomiro Montes (con la voz de Hugo Alandete), los
Caporales del Magdalena (con Alfredo Gutiérrez), Víctor Meléndez y el Grupo Bayamón, Rafael Benítez y su Charanga (con la voz de Hugo Alandete), Juan Piña y la Orquesta
la Revelación (con dirección del maestro Carlos Piña) y el gran Francisco Zumaqué.
También hace parte de ese mapa desconocido un compositor como Pablito Flórez de Ciénaga de Oro Córdoba y la tradición de soneros que encontramos en el Palenque de San
Basilio con Son San, Son Palenque y el Sexteto Tabalá, entre otros. Y debemos sumar los nombres de los músicos del Caribe Colombiano que han jugado en las grandes ligas
de la música antillana como Nelson Pinedo y Gladys Julio, cantantes de la Sonora Matancera, el saxofonista sincelejano Justo Almario, el trombonista cartagenero Óscar
Urueta y Joe Madrid, quien fuera el pianista de Mongo Santamaría y Ángel Canales.
En los años 80, se destacaron el Nene y sus Traviesos con la voz de Juan Carlos Coronel, quien haría una página inolvidable como ‘El ventanal’ de la autoría del Joe
Arroyo; el Grupo Raíces de Barranquilla con un tremendo tema que se llama ‘Guaguancó pa las calles’; Hugo Alandete y su Grupo Melao; y los Titanes de Barranquilla
quienes bajo la dirección de Alberto Barros y la voz de Saulo Sánchez grabarían el álbum Levanta el cuero en 1982 con el éxito ‘La palomita’.
Todos estos nombres se han perdido entre tantas capitales de la salsa, pero su música está allí como un testimonio incuestionable de la memoria de los barrios y los
pueblos del Caribe Colombiano.
Así pues les dejo este gran dato a todos que nos han legado nuestros abuelos...
gracias a Frank Patiño
Que los disfruten amigos
No hay comentarios.:
Publicar un comentario