MI HISTORIA: JOHNNY EL BRAVO.
Indudablemente que la historia de la Salsa presenta múltiples facetas, unas ampliamente conocidas, otras medianamente difundidas y, muchas otras, con la necesidad de ser más exploradas, en razón de la sombra del anonimato con que han sido cubiertas, por la inmensa dimensión que lograron proyectar mundialmente, solo quienes aparecían como los líderes del movimiento. Muchas figuras que contribuyeron a enriquecer y fortalecer este periodo de auge internacional de la música latina, aun no han recibido el debido reconocimiento, porque les ha sido negado injustamente por la historia “oficial”. Por eso pensamos que es nuestro deber, brindar oportunidad a nuestros lectores, para que conozcan historias de grandes personajes de la Salsa, cuyos temas han ocupado un sitio permanente de preferencia en la audiencia latino-americana, y contadas por ellos mismos.
Con voz nostálgica, Juan Enrique López Llanos, más conocido en el mundo de la salsa como Johnny ‘el Bravo’ López, contó que llegar a Barranquilla ha sido una de las experiencias más “gratificantes” que ha experimentado en su vida artística.
El músico puertorriqueño afirmó que la comunidad melómana de la ciudad aún no se ha olvidado de sus éxitos salseros como La barola, Cuca paruca, El melón o Las leyes del tránsito, los cuales interpretó junto a su orquesta hace más de 50 años.
“Lo pude comprobar en un recorrido cuando me llevaron a diferentes sitios tradicionales de salsa en la ciudad. Allí todo el mundo bailó mis canciones y compartió conmigo como si me conocieran de toda la vida”.
He aquí le mejor nota escrita sobre su vida gracias a Israel Sanchez Coll
Johnny El Bravo: arquetipo de la nueva salsa puertorriqueña
Bravo: arquetipo de la nueva salsa puertorriqueña
Bravo: arquetipo de la nueva salsa puertorriqueña
Al arribo de la década de 1960, nuestra cultura musical nacional comenzó a vivir un proceso de cambio y transformación salpicada, en parte, de las influencias rítmicas anglosajonas que dominaban el mercado.
Al mismo tiempo, y casi en contraposición, muchas de las propuestas musicales que comenzaron a emerger en ese periodo estuvieron teñidas de ideas noveles que proponían la conformación de un sonido más agresivo, acompañado, por momentos, de líricas cáusticas y de mayor discernimiento.
En ese contexto, los trabajos creativos que alimentaron nuestro pentagrama sonoro fueron definiéndose entre el grupo de los que se mantenían perseverantes en una corriente tradicional y los que se sumaron a los modismos rítmicos anglos. Otros, en cambio, optaron por emprender un rumbo autónomo y crítico, inscrito en el movimiento hispanoamericano de la canción de protesta, o la nueva canción.
En ese campo dinámico, brilló la magia con que Rafael Cortijo y su Combo mantuvieron nuestra música tradicional en una dimensión vanguardista, gesta iniciada desde los orígenes de su grupo en 1954. El prototipo del Combo halló su continuación en el trabajo desarrollado por el maestro Rafael Ithier y El Gran Combo de Puerto Rico, fundado en 1962.
Esos años fueron, además, de mucho esplendor para nuestra historiografía musical, considerando la gran cantidad de agrupaciones y proyectos artísticos que comenzaron a surgir con la idea de construir una armónica diferente, acorde con las exigencias de una sociedad en cambio, distinguida por una fibra y un impulso más enérgico.
De entre el conglomerado de experiencias rítmicas que vieron luz en los albores de los años 60 se encuentra la agrupación de Juan Enrique López Llanos, mejor conocido por Johnny El Bravo.
Se trató, en sus inicios, de una orquesta juvenil modesta, sin mayores pretensiones que formular un concepto musical bailable para el deleite de la juventud de la época.
Su armadura inicial estuvo integrada por dos saxofones y tres trompetas que en compañía de una sección rítmica recatada gozaban de interpretar los éxitos musicales de Cortijo y su Combo y de El Gran Combo.
Empero, esa experiencia de novatos fue transformándose en uno de los proyectos más importantes en el transcurso de los años 60 y 70, trastocando el cancionero popular y asentando su presencia con una sonoridad distintiva que fue calando en el gusto de los melómanos.
Apostaba a ser jugador de béisbol
Su director y creador, Johnny El Bravo, admite que nunca imaginó que su derrotero final sería convertirse en músico, ni muchos menos en director de orquesta.
Natural del residencial San Agustín del barrio capitalino de Puerta de Tierra, donde nació el 4 de mayo de 1944, el artista creció soñando con la idea de convertirse en un afamado beisbolero, deporte que dominaba con suma maestría y en el que se destacó desde su niñez.
"Mi dirección estaba hacia el béisbol. Jugaba segunda base y ya la gente me comenzaba a mirar como un buen prospecto y eso era lo que en realidad me gustaba hacer, pero de forma inesperada todo cambió", narra, a quien en su adolescencia se le apodó "Canena", en referencia al gran toletero Canena Márquez.
Recuerda que tan pronto ingresó al décimo grado en la escuela superior "Gabriela Mistral" de Puerto Nuevo lo reclutaron para integrar el equipo de sóftbol porque los maestros conocían de sus hazañas deportivas.
"Nunca había jugado sóftbol porque lo que siempre practiqué fue béisbol, así que tan pronto llegué a la escuela me inicié en un deporte nuevo para mí y como no lo conocía me descuide en los tiros que hacía y un día, en una jugada, hice un lanzamiento y el brazo se me cayó por completo. Hasta ahí llegaron mis días en el deporte", dice, quien llegó a formar parte del equipo de béisbol Doble A del pueblo de Cataño.
Entonces, sin proponérselo, la música comenzó a llenar el espacio vacante de su actividad deportiva y en poco tiempo sus compañeros escolares comenzaron a identificarlo como "el bongocero" de la escuela.
Cuenta Johnny El Bravo que de niño la música siempre lo atrajo, aunque sólo como entretenimiento. En cambio, en su adolescencia se percató de que gozaba de la habilidad para tocar percusión con ritmo y clave, por lo que no perdía la oportunidad de practicar sus golpes en los pupitres de los salones hasta que a los 12 años de edad tuvo su primer bongó, con el que disfrutaba amenizar las parrandas navideñas junto a sus amigos.
Asimismo, anota que tuvo el beneficio de nutrirse musicalmente en su hogar, escuchando la música de Rafael Cortijo, el Trío Matamoros y la Sonora Matancera.
Nació con la semilla rítmica
En el año 1961, un músico de nombre Nick Guilormini visitó la escuela "Gabriela Mistral" en busca de jóvenes talentosos para armar una agrupación en el sector de Caparra Terrace.
Los escolares le recomendaron a un muchacho apodado "Juanito", que apenas tenía 16 años de edad y que sabía tocar el bongó. El músico lo escuchó y de inmediato lo reclutó para que se iniciara en el grupo Nick Guilormini y su Combo tocando las tumbadoras.
"Éramos un grupo de jóvenes y un amigo mío me tenía que prestar sus congas para que yo pudiera tocar porque no tenía. Esa experiencia duró apenas seis meses y luego el grupo se rompió", expone.
Tras esa disolución narra, un amigo suyo llamado Manuel López le propuso la idea de armar su propia agrupación y, "como esa semilla rítmica estaba en mí", decidió aventurarse a la empresa de constituir una orquesta, justo a principios de 1962.
El grupo se nombró Johnny López y su Combo e inició contando con la participación, entre otros, de su hermano Toñito López en el timbal y Chegüi Ramos en la parte vocal.
Comenzaron interpretando los éxitos de Rafael Cortijo, habiendo logrado que el veterano músico le prestara algunos de sus arreglos musicales.
"Le pedí a Sammy Ayala, que era amigo de la familia, que si me podía conseguir algunas copias de los arreglos de Cortijo y su Combo para tocarlos en mi grupo, que en ese entonces lo que hacíamos eran bailes para las escuelas de San Juan. Sammy me ayudó y con eso empezamos", apunta.
Para promover su trabajo artístico, Johnny El Bravo preparaba varios cartelones y caminaba por toda su escuela. Se paraba en los salones y tocaba la puerta, mostraba su cartel propagandístico a sus compañeros y así lograba movilizarlos a las actividades bailables de su grupo, que se realizaban en un local comunal del sector de Caparra Terrace.
Así fue dándose a conocer en el ambiente musical, aunque todavía era considerado como un aficionado. Sin embargo, sus constantes apariciones en carnavales, clubes y fiestas patronales comenzaron a despertar curiosidad por el talento de aquel grupo de jóvenes ansiosos por penetrar el mercado musical con su proyecto sonoro, uno de los primeros en la Isla que se inscribió en el movimiento musical de la salsa que despertaba en las comunidades de puertorriqueños residentes en Nueva York.
Al mismo tiempo, y casi en contraposición, muchas de las propuestas musicales que comenzaron a emerger en ese periodo estuvieron teñidas de ideas noveles que proponían la conformación de un sonido más agresivo, acompañado, por momentos, de líricas cáusticas y de mayor discernimiento.
En ese contexto, los trabajos creativos que alimentaron nuestro pentagrama sonoro fueron definiéndose entre el grupo de los que se mantenían perseverantes en una corriente tradicional y los que se sumaron a los modismos rítmicos anglos. Otros, en cambio, optaron por emprender un rumbo autónomo y crítico, inscrito en el movimiento hispanoamericano de la canción de protesta, o la nueva canción.
En ese campo dinámico, brilló la magia con que Rafael Cortijo y su Combo mantuvieron nuestra música tradicional en una dimensión vanguardista, gesta iniciada desde los orígenes de su grupo en 1954. El prototipo del Combo halló su continuación en el trabajo desarrollado por el maestro Rafael Ithier y El Gran Combo de Puerto Rico, fundado en 1962.
Esos años fueron, además, de mucho esplendor para nuestra historiografía musical, considerando la gran cantidad de agrupaciones y proyectos artísticos que comenzaron a surgir con la idea de construir una armónica diferente, acorde con las exigencias de una sociedad en cambio, distinguida por una fibra y un impulso más enérgico.
De entre el conglomerado de experiencias rítmicas que vieron luz en los albores de los años 60 se encuentra la agrupación de Juan Enrique López Llanos, mejor conocido por Johnny El Bravo.
Se trató, en sus inicios, de una orquesta juvenil modesta, sin mayores pretensiones que formular un concepto musical bailable para el deleite de la juventud de la época.
Su armadura inicial estuvo integrada por dos saxofones y tres trompetas que en compañía de una sección rítmica recatada gozaban de interpretar los éxitos musicales de Cortijo y su Combo y de El Gran Combo.
Empero, esa experiencia de novatos fue transformándose en uno de los proyectos más importantes en el transcurso de los años 60 y 70, trastocando el cancionero popular y asentando su presencia con una sonoridad distintiva que fue calando en el gusto de los melómanos.
Apostaba a ser jugador de béisbol
Su director y creador, Johnny El Bravo, admite que nunca imaginó que su derrotero final sería convertirse en músico, ni muchos menos en director de orquesta.
Natural del residencial San Agustín del barrio capitalino de Puerta de Tierra, donde nació el 4 de mayo de 1944, el artista creció soñando con la idea de convertirse en un afamado beisbolero, deporte que dominaba con suma maestría y en el que se destacó desde su niñez.
"Mi dirección estaba hacia el béisbol. Jugaba segunda base y ya la gente me comenzaba a mirar como un buen prospecto y eso era lo que en realidad me gustaba hacer, pero de forma inesperada todo cambió", narra, a quien en su adolescencia se le apodó "Canena", en referencia al gran toletero Canena Márquez.
Recuerda que tan pronto ingresó al décimo grado en la escuela superior "Gabriela Mistral" de Puerto Nuevo lo reclutaron para integrar el equipo de sóftbol porque los maestros conocían de sus hazañas deportivas.
"Nunca había jugado sóftbol porque lo que siempre practiqué fue béisbol, así que tan pronto llegué a la escuela me inicié en un deporte nuevo para mí y como no lo conocía me descuide en los tiros que hacía y un día, en una jugada, hice un lanzamiento y el brazo se me cayó por completo. Hasta ahí llegaron mis días en el deporte", dice, quien llegó a formar parte del equipo de béisbol Doble A del pueblo de Cataño.
Entonces, sin proponérselo, la música comenzó a llenar el espacio vacante de su actividad deportiva y en poco tiempo sus compañeros escolares comenzaron a identificarlo como "el bongocero" de la escuela.
Cuenta Johnny El Bravo que de niño la música siempre lo atrajo, aunque sólo como entretenimiento. En cambio, en su adolescencia se percató de que gozaba de la habilidad para tocar percusión con ritmo y clave, por lo que no perdía la oportunidad de practicar sus golpes en los pupitres de los salones hasta que a los 12 años de edad tuvo su primer bongó, con el que disfrutaba amenizar las parrandas navideñas junto a sus amigos.
Asimismo, anota que tuvo el beneficio de nutrirse musicalmente en su hogar, escuchando la música de Rafael Cortijo, el Trío Matamoros y la Sonora Matancera.
Nació con la semilla rítmica
En el año 1961, un músico de nombre Nick Guilormini visitó la escuela "Gabriela Mistral" en busca de jóvenes talentosos para armar una agrupación en el sector de Caparra Terrace.
Los escolares le recomendaron a un muchacho apodado "Juanito", que apenas tenía 16 años de edad y que sabía tocar el bongó. El músico lo escuchó y de inmediato lo reclutó para que se iniciara en el grupo Nick Guilormini y su Combo tocando las tumbadoras.
"Éramos un grupo de jóvenes y un amigo mío me tenía que prestar sus congas para que yo pudiera tocar porque no tenía. Esa experiencia duró apenas seis meses y luego el grupo se rompió", expone.
Tras esa disolución narra, un amigo suyo llamado Manuel López le propuso la idea de armar su propia agrupación y, "como esa semilla rítmica estaba en mí", decidió aventurarse a la empresa de constituir una orquesta, justo a principios de 1962.
El grupo se nombró Johnny López y su Combo e inició contando con la participación, entre otros, de su hermano Toñito López en el timbal y Chegüi Ramos en la parte vocal.
Comenzaron interpretando los éxitos de Rafael Cortijo, habiendo logrado que el veterano músico le prestara algunos de sus arreglos musicales.
"Le pedí a Sammy Ayala, que era amigo de la familia, que si me podía conseguir algunas copias de los arreglos de Cortijo y su Combo para tocarlos en mi grupo, que en ese entonces lo que hacíamos eran bailes para las escuelas de San Juan. Sammy me ayudó y con eso empezamos", apunta.
Para promover su trabajo artístico, Johnny El Bravo preparaba varios cartelones y caminaba por toda su escuela. Se paraba en los salones y tocaba la puerta, mostraba su cartel propagandístico a sus compañeros y así lograba movilizarlos a las actividades bailables de su grupo, que se realizaban en un local comunal del sector de Caparra Terrace.
Así fue dándose a conocer en el ambiente musical, aunque todavía era considerado como un aficionado. Sin embargo, sus constantes apariciones en carnavales, clubes y fiestas patronales comenzaron a despertar curiosidad por el talento de aquel grupo de jóvenes ansiosos por penetrar el mercado musical con su proyecto sonoro, uno de los primeros en la Isla que se inscribió en el movimiento musical de la salsa que despertaba en las comunidades de puertorriqueños residentes en Nueva York.
ÉXITO del trabajo del con junto de Johnny El Bravo se valió de la capacidad del músico para cautivar al público bailador con una propuesta contagiosa y rítmi ca. Asimismo, su astucia como pro ductor contribuyó a engrandecer sus logros comerciales.
Al calor de la avalancha de agru paciones salseras surgidas en los años 60 y 70, Johnny El Bravo per petuó su proyecto al lograr con signar una identidad rítmica que le ganó el aplauso del público.
Pronto comenzaron a pisar los mejores escenarios del país, sus te mas musicales se colocaron en los favoritos de los melómanos y au mentaron sus comparecencias en la televisión.
Fueron 16 años consecutivos de una carrera de mucho esplendor. Empero, en 1978, el reconocido per cusionista le dio un nuevo gi ro a su quehacer artístico, optando por desarrollarse en el negocio de la producción de espectáculos.
"Siempre tuve una visión comercial para la música y decidí comenzar a producir actividades y recesar el tra bajo como líder de orquesta. Entendía que había que darle un balance al bailador y me gustó mucho el trabajo de (el merenguero) Wilfrido Var gas, que en ese momento lo acababa de firmar Fania. Lo contacté y me convertí en su representante y comencé a hacerle bailes en Puerto Rico alternando con las orquestas de salsa", apunta.
Agrega que el concepto de su propuesta comercial iba dirigido a ampliar el radio de impacto de la música caribe ña en el público bailador.
"Había gente que, a lo me jor, no le gustaba la guaracha pero si se le presentaba la oportunidad de ir a bailar merengue, iba. Entonces yo combinaba grupos de salsa y merengue y (aunque hubo quien tomara esa movida con recelo) el único que tuvo esa misma visión fue Ismael Rivera, que siempre me dijo que lo que estaba haciendo era una buena alternativa para el pú blico porque era una buena com binación de baile", sostiene.
De esa manera, Johnny El Bravo se convirtió en uno de los prin cipales responsables en el impulso del merengue en el mercado na cional, una fuerza musical que co menzó a desplazar la salsa a lo largo de 1980.
Su movida empresarial con ar tistas de merengue, extendida has ta 1986, incluyó también la repre sentación de Johnny Ventura, Mi llie, Josie y Los Vecinos, La Pa trulla 15, Sergio Vargas y Fernan do Villalona.
Al mismo tiempo, se encargó del impulso de la carrera salsera de su hermano Toñito López y su grupo Tony Jazz y la Orquesta Nacimien to, que se colocó con fuerza en la radio de Puerto Rico, República Dominicana y Nueva York con el tema "Ponle un se vende".
Otro de los grandes aciertos co merciales de Johnny El Bravo fue la creación del proyecto de El Com bo del Ayer. Una idea originada en 1984 que apeló a la nostalgia de las primeras décadas de trabajo crea tivo de El Gran Combo, reagrupan do a algunos de sus integrantes originales para interpretar los éxi tos de antaño.
"Se me ocurrió hacer el reen cuentro del combo y me comuni qué con Ithier pero él me dijo que no le interesaba el negocio. Enton ces hablé con Pellín (Rodríguez) y Andy (Montañez) y lo armamos. Fue un impacto tremendo y tuvimos la oportunidad de viajar por toda Amé rica Latina y hasta nos presentamos en el Madi son Square Garden de Nueva York", dice.
A esa iniciativa que es tuvo dirigida por el maes tro Elías Lopés y de la que se produjeron tres discos se unió Roberto Roena (bongó y campana), Mar tín Quiñones (conga), Víc tor Rivera (bajo), Elías Lo pés y Víctor Pérez (trom peta), Héctor Santos y Ki lo Dushesne (saxofones), Frank Revilla (piano) y Milton Correa (timbal).
Al poco tiempo de cons tituido el grupo, la presencia de Andy Montañez fue sus tituida por Luigi Texidor.
En 1986, Johnny El Bra vo irrumpió con un nue vo proyecto al reunir a los hijos de varios de los grandes salseros en la or questa Los Hijos de la Salsa.
Este cónclave, que duró hasta 1989, reagrupó los talentos de los hijos de Andy Montañez, Luigi Texidor, Pete "El Conde" Ro dríguez, Elías Lopés, Martín Qui ñones, Sammy Ayala y Mario Cora. También estuvo Fe Cortijo, sobri na del maestro Rafael Cortijo.
"Con ese grupo tuvimos un im pacto tremendo, sobre todo en Ecuador y Venezuela. Hicimos mu chas cosas interesantes con fusio nes rítmicas, como fue el suquisu qui y la acogida del público fue muy buena", señala.
Al tiempo que Los Hijos de la Salsa tomaban fuerza, el músico decidió reorganizar su orquesta en 1988 y, por recomendación del em presario radial Junior Soto, logró un contrato con la multinacional CBS Records.
El primer disco en esta etapa, "El bravísimo" (1988), produjo el éxito "Si supieras", que abrió el terreno para la realización de un álbum adicional, "Te imaginas" (1989), aunque sin lograr el mismo im pacto comercial.
Al arribo de 1993, la vida del ve terano percusionista y productor tomó un nuevo sendero. "Tuve un encuentro personal con el Señor", confiesa.
A partir de ese momento, y hasta el presente, su vida ha estado ma tizada por valores morales y re ligiosos más profundos, inscritos en una ética mística y fervorosa al servicio de Dios.
Su gesta musical, desde entonces, se volcó a su nueva misión reli giosa, fraguada en su proyecto de Los Pleneritos de la Fe, originado en 1995, y más reciente sostenida con su grupo Los Pleneros de la Fe.
"Es una forma de llevar la palabra de Dios por medio de la ple na. Visitamos cárceles, residenciales públicos y centros de re habilitación como una alternativa para hacer valer la 'Palabra'", puntualiza.
Los Pleneros de la Fe ya han cumplido diez años de trabajo musical y han producido 11 discos.
A ORQUESTA de Johnny El Bravo se convirtió en una de las agrupaciones más reclamadas del ambiente musical nacional de los años 60.
En un principio, se erigió con un proyecto circunscrito a la interpretación de los éxitos más sonados de los grupos de Rafael Cortijo y Rafael Ithier, una experiencia que los ayudó a colocarse en los escenarios bailables de más impacto en el país, como el Sandy Hills de Luquillo, Rancho Siete en Ponce, Miramar Center en San Juan, La Guagüita en Salinas y La Calesa en Caguas.
Esas primeras oportunidades artísticas del grupo fueron posibles gracias a la mediación del promotor Fernando López, hermano de Johnny El Bravo, que para entonces era considerado uno de los principales organizadores de espectáculos y bailes del país.
Pocos años después de constituida su agrupación, Johnny El Bravo, por recomendación del maestro Rafael Ithier, comenzó a trabajar en la conformación de una propuesta musical autónoma, con un sonido propio y un repertorio original que le imprimiera personalidad a su conjunto.
Su concepto, admite, era desarrollar un grupo "con identificación de pueblo", sostenido de una base rítmica cadenciosa y que incitara al baile.
De esa manera, el joven músico, destacado en el colectivo como conguero, comenzó a trabajar junto a sus hermanos Toñito y Pedro López en la confección de un nuevo repertorio.
"Toñito era el timbalero del grupo pero tenía mucha habilidad para escribir y fue él quien empezó a hacer nuestras primeras canciones, que fueron arregladas por Jerry Segarra y Carmelo Rivera. Ahí fue cuando comenzamos a funcionar con nuestra propia identidad y cada vez que nos presentábamos en un club la experiencia era devastadora y de ahí surgían otras actividades porque se corría la voz", anota el líder salsero.
El grupo trabajó sin cesar durante los primeros años de la década de 1960, "engranando poco a poco lo que queríamos lograr" y antes de pisar una cabina de grabación "nos habíamos ganado el cariño de la gente".
Su primer proyecto discográfico
En el año 1964, Johnny El Bravo consiguió su "pasaporte" al éxito al ser contratado por la compañía discográfica Seeco para producir su primer álbum musical.
Ese contacto comercial fue logrado gracias a la mediación del empresario Catalino Rolón, quien al escuchar la cadencia del grupo se convenció de sus posibilidades comerciales.
"Había conocido al señor Catalino Rolón en los carnavales de Vieques y cuando nos escuchó rápido nos convocó para trabajar en sus actividades y en una ocasión nos dio la buena noticia de que nos había conseguido un contrato para grabar, ¡y con Seeco!", recuerda.
La producción de su primer disco se realizó en los estudios Ochoa Recordings, entonces ubicados en la avenida Fernández Juncos de Santurce.
Para ese trabajo, el grupo incorporó muchas de las canciones originales que ya venían interpretando en sus presentaciones públicas, escritas en su mayoría por sus hermanos, destacándose "Infancia", "Tinieblas entre luces", "El revendón", "Amor eterno" y "Felicidades con Johnny El Bravo".
También contaron con la colaboración del patriarca de la bomba nacional, don Rafael Cepeda, quien le obsequió con sus temas "Mi son torito" y "Ponte duro, Serafín".
Este primer disco, titulado "Presentando a Johnny López (El Bravo) y su súper combo con su cantante Tony López", fue su punta de lanza en el ambiente musical profesional y el que le bautizó formalmente con el apelativo de "El Bravo", a sugerencia del empresario Catalino Rolón.
"Lo del nombre fue una idea de Catalino porque quería identificarme comercialmente. En un principio no estuve de acuerdo porque entendía que no iba con mi personalidad, pero él tuvo la visión y desde el primer momento la gente me empezó a llamar así", explica.
Esta primera producción, que tronó en la radio con el tema "Colorá", fue presentada por el crítico de música Ángel I. Fonfrías como "la más caliente música en el ritmo esencial que invita al baile juguetón y candente [] Los valores juveniles en el arte popular de Latinoamérica puestos de manifiesto en las manos de Johnny para que Puerto Rico sienta el placer de saber que su juventud sigue manifestándose en el arte popular y para estímulo de otros jóvenes".
Cautivó con su propuesta bailable
CONVERTIDA EN una novedosa y rítmica agrupación, y tras el éxito logrado con su primera producción discográfica, el combo de Johnny El Bravo partió a la ciudad de Nueva York en 1966 para trabajar un segundo álbum con la firma Seeco bajo la producción del popular vocalista Vicentico Valdés.
El disco, titulado "El fantástico", reincidió con composiciones de don Rafael Cepeda ("Quién formó la bronca" y "Mi son tiene sabor") e incluyó otras de la inspiración de Roberto Angleró, Harry Rexach, Ignacio Ríos, Miguel Reyes, Benito Nieves y Toñito López.
Eran los años en que comenzaba a florecer un nuevo movimiento musical antillano al que comercialmente se le denominó salsa y que representaba la evolución de la rítmica caribeña fusionada y alimentada de otras tendencias armónicas, como las provenientes del jazz y la música de Brasil.
En ese contexto, al trabajo de Johnny El Bravo se le comenzó a considerar como "la salsa de Puerto Rico", posicionándolo con fuerza en el mercado musical dentro y fuera de la Isla.
En 1967, el músico realizó su primera presentación en el club El Bronx Casino de Nueva York, recomendado por el locutor Manolín Martínez de la cadena Radio Voz, justo en el momento de efervescencia musical lograda por las bandas neoyorquinas de Eddie Palmieri, Ray Barreto, Willie Colón, Richie Ray y Larry Harlow.
Reconocía que estaba adentrándose a un ambiente artístico muy competitivo, mas nunca se amedrentó puesto que confiaba en la cadencia de su proyecto sonoro.
"Mi propuesta siempre fue hacer una música de pueblo. Lo rítmico lo derivé de la guaracha con una serie de cambios que después le fuimos haciendo a la orquesta en las armonías, pero siempre con una idea de poner a bailar a la gente. Nuestra proyección no era hacer una orquesta de grandes solistas, sino un buen grupo, como lo fue Cortijo y lo era El Gran Combo", manifiesta.
Apadrinado por Tito Rodríguez
Ese mismo año, Johnny El Bravo conoció al veterano cantante Tito Rodríguez en el venerado Club Caborrojeño. Por un instante, dialogaron de las expectativas y proyecciones de su grupo, encontrando en el intérprete de "Tiemblas" un buen aliado.
"Lo primero que me dijo era que estaba en el cascarón, y era cierto. Luego, cuando me preguntó cuál era mi mayor anhelo, le dije que ambicionaba tocar en los carnavales de Venezuela porque entendía que ésa podía ser una buena oportunidad para internacionalizarnos", recuerda.
Persuadido por las pretensiones del joven percusionista, Tito Rodríguez le prometió ayudarlo y le recomendó que, tan pronto visitara Venezuela, buscara al promotor Danilo Escalona, su compadre, para que le ayudara a impulsar su trabajo en ese país.
"Poco después se me dio la oportunidad de ir allá (Venezuela) a promocionar un disco que hice con la compañía Velvet ("Fabulous Latin Soul", 1968) y tan pronto llegué pregunté cómo podía encontrar al señor Danilo. Me dijeron que estaba transmitiendo unos juegos de béisbol en un lugar que se llamaba Guarena, que estaba como a tres horas de Caracas. Busqué un carro y viajé hasta allá y me le presenté en el parque. Le dije que venía de parte de Tito Rodríguez y que quería saber si nos podía ayudar a promover nuestro grupo porque, en algún momento, deseábamos presentarnos en Caracas y exponer el talento joven que traíamos de Puerto Rico. Me dijo: 'No te preocupes, muchacho, que yo te voy a montar en mis hombros y voy a hacer de ti un hombre grande en Venezuela'", recuerda con júbilo.
La promesa no se hizo esperar. De inmediato, Danilo Escalona se comunicó con las principales estaciones radiales de su país, presentó el trabajo del combo de Johnny El Bravo y en pocas semanas logró que su música se escuchara en ese país.
A partir de ese momento, el grupo, que entonces tuvo como cantante principal a Miguel Clemente y Junior Córdova, comenzó a calar con fuerza en ese mercado y despuntó en otros escenarios internacionales como Colombia y Panamá.
Con el sabor del Sonero del Pueblo
La primera presentación de la orquesta de Johnny El Bravo en los carnavales de Venezuela fue en febrero de 1970, en compañía del cantante Marvin Santiago y el percusionista Ángel "Cachete" Maldonado.
Marvin Santiago, que venía de la orquesta de Rafael Cortijo, entró al grupo en sustitución del vocalista Miguel Clemente y su estancia duró sólo unas semanas. Cachete Maldonado, por su parte, permaneció en la agrupación por espacio de seis meses y hasta grabó en el álbum "Las leyes del tránsito" (1970).
La década de 1970 fue gloriosa para el conjunto de Johnny El Bravo, al punto de ser galardonado con los premios "Agüeybaná de Oro" y "Cordero de Oro", ambos como orquesta del año.
En ese mismo periodo tuvo una fuerte exposición acompañando las presentaciones en Puerto Rico y Nueva York de Ismael Rivera, Rafael "Chivirico" Dávila y Cheo Feliciano, entre otros. Al mismo tiempo, lanzó su primer álbum de "Salsa navideña" (1971) para el sello Borinquen Records.
La saga de producciones continuó con "Construyendo un proyecto" (1972), "La salsa de Puerto Rico" (1973), "Back to Back" (1974) "Johnny El Bravo interpreta la música de Toñito López" (1974) y "De frente, en pie y en guardia" (1975).
Luego, en 1976 y 1977 aparecieron dos prodigiosas joyas grabadas para el sello International en compañía del cantante campesino Jesús Sánchez Erazo, "Chuito el de Bayamón", seguido de una producción junto a la vocalista Priscilla Flores (1977).
El disco, titulado "El fantástico", reincidió con composiciones de don Rafael Cepeda ("Quién formó la bronca" y "Mi son tiene sabor") e incluyó otras de la inspiración de Roberto Angleró, Harry Rexach, Ignacio Ríos, Miguel Reyes, Benito Nieves y Toñito López.
Eran los años en que comenzaba a florecer un nuevo movimiento musical antillano al que comercialmente se le denominó salsa y que representaba la evolución de la rítmica caribeña fusionada y alimentada de otras tendencias armónicas, como las provenientes del jazz y la música de Brasil.
En ese contexto, al trabajo de Johnny El Bravo se le comenzó a considerar como "la salsa de Puerto Rico", posicionándolo con fuerza en el mercado musical dentro y fuera de la Isla.
En 1967, el músico realizó su primera presentación en el club El Bronx Casino de Nueva York, recomendado por el locutor Manolín Martínez de la cadena Radio Voz, justo en el momento de efervescencia musical lograda por las bandas neoyorquinas de Eddie Palmieri, Ray Barreto, Willie Colón, Richie Ray y Larry Harlow.
Reconocía que estaba adentrándose a un ambiente artístico muy competitivo, mas nunca se amedrentó puesto que confiaba en la cadencia de su proyecto sonoro.
"Mi propuesta siempre fue hacer una música de pueblo. Lo rítmico lo derivé de la guaracha con una serie de cambios que después le fuimos haciendo a la orquesta en las armonías, pero siempre con una idea de poner a bailar a la gente. Nuestra proyección no era hacer una orquesta de grandes solistas, sino un buen grupo, como lo fue Cortijo y lo era El Gran Combo", manifiesta.
Apadrinado por Tito Rodríguez
Ese mismo año, Johnny El Bravo conoció al veterano cantante Tito Rodríguez en el venerado Club Caborrojeño. Por un instante, dialogaron de las expectativas y proyecciones de su grupo, encontrando en el intérprete de "Tiemblas" un buen aliado.
"Lo primero que me dijo era que estaba en el cascarón, y era cierto. Luego, cuando me preguntó cuál era mi mayor anhelo, le dije que ambicionaba tocar en los carnavales de Venezuela porque entendía que ésa podía ser una buena oportunidad para internacionalizarnos", recuerda.
Persuadido por las pretensiones del joven percusionista, Tito Rodríguez le prometió ayudarlo y le recomendó que, tan pronto visitara Venezuela, buscara al promotor Danilo Escalona, su compadre, para que le ayudara a impulsar su trabajo en ese país.
"Poco después se me dio la oportunidad de ir allá (Venezuela) a promocionar un disco que hice con la compañía Velvet ("Fabulous Latin Soul", 1968) y tan pronto llegué pregunté cómo podía encontrar al señor Danilo. Me dijeron que estaba transmitiendo unos juegos de béisbol en un lugar que se llamaba Guarena, que estaba como a tres horas de Caracas. Busqué un carro y viajé hasta allá y me le presenté en el parque. Le dije que venía de parte de Tito Rodríguez y que quería saber si nos podía ayudar a promover nuestro grupo porque, en algún momento, deseábamos presentarnos en Caracas y exponer el talento joven que traíamos de Puerto Rico. Me dijo: 'No te preocupes, muchacho, que yo te voy a montar en mis hombros y voy a hacer de ti un hombre grande en Venezuela'", recuerda con júbilo.
La promesa no se hizo esperar. De inmediato, Danilo Escalona se comunicó con las principales estaciones radiales de su país, presentó el trabajo del combo de Johnny El Bravo y en pocas semanas logró que su música se escuchara en ese país.
A partir de ese momento, el grupo, que entonces tuvo como cantante principal a Miguel Clemente y Junior Córdova, comenzó a calar con fuerza en ese mercado y despuntó en otros escenarios internacionales como Colombia y Panamá.
Con el sabor del Sonero del Pueblo
La primera presentación de la orquesta de Johnny El Bravo en los carnavales de Venezuela fue en febrero de 1970, en compañía del cantante Marvin Santiago y el percusionista Ángel "Cachete" Maldonado.
Marvin Santiago, que venía de la orquesta de Rafael Cortijo, entró al grupo en sustitución del vocalista Miguel Clemente y su estancia duró sólo unas semanas. Cachete Maldonado, por su parte, permaneció en la agrupación por espacio de seis meses y hasta grabó en el álbum "Las leyes del tránsito" (1970).
La década de 1970 fue gloriosa para el conjunto de Johnny El Bravo, al punto de ser galardonado con los premios "Agüeybaná de Oro" y "Cordero de Oro", ambos como orquesta del año.
En ese mismo periodo tuvo una fuerte exposición acompañando las presentaciones en Puerto Rico y Nueva York de Ismael Rivera, Rafael "Chivirico" Dávila y Cheo Feliciano, entre otros. Al mismo tiempo, lanzó su primer álbum de "Salsa navideña" (1971) para el sello Borinquen Records.
La saga de producciones continuó con "Construyendo un proyecto" (1972), "La salsa de Puerto Rico" (1973), "Back to Back" (1974) "Johnny El Bravo interpreta la música de Toñito López" (1974) y "De frente, en pie y en guardia" (1975).
Luego, en 1976 y 1977 aparecieron dos prodigiosas joyas grabadas para el sello International en compañía del cantante campesino Jesús Sánchez Erazo, "Chuito el de Bayamón", seguido de una producción junto a la vocalista Priscilla Flores (1977).
Lo nuevo de ‘el Bravo’. Luego de vivir su faceta como compositor y arreglista de su orquesta Johnny ‘el Bravo’ y su Combo y de trabajar como representante de artistas merengueros como Milly Quezada, Sergio Vargas y Wilfrido Vargas, este puertorriqueño regresa al mundo de la salsa con su nuevo sencillo, No la trates mal, un tema compuesto por él y que cuenta con la participación de Gilberto Santa Rosa y Lalo Rodríguez en los coros.
“A diario en la prensa y en las mismas calles se ven historias sobre el maltrato hacia la mujer, eso me causa conmoción todo el tiempo. Por eso me inspiré en este tema para dejar un mensaje positivo en los hombres de que no es imposible tanto maltrato, y que más bien la invitación es para darles cariño a esos seres maravillosos que tenemos al lado siempre”, concluyó el artista boricua.
Gracias a El Bravo Lopez por darnos todas estas experiencias y disfrutar de su legado musical
Gracias Maestro...Johnnyelbravo Lopez
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